El pasado 7 de junio el Museo de Bellas Artes de Bilbao echó el cierre, del que hoy se cumplen 40 días. Un cierre forzoso, motivado por la huelga indefinida convocada por los 34 trabajadores de una subcontrata que se declaraban hartos. «Tenemos unos salarios ínfimos, miserables, y unas condiciones muy precarias», explicaba el día 8 a ABC Juan José Capetillo, delegado sindical de ELA, quien cifraba en «una media de poco más de 5 euros la hora» unos sueldos congelados, además, desde hace más de tres años. Solo él trabaja a jornada completa.
Desde entonces, con el museo «en cuarentena», los trabajadores se lanzaron a visibilizar su situación. «Hemos hecho una huelga muy peculiar, porque le hemos dado un toque creativo», explicaba ayer Capetilo a este diario. «Hemos tenido un día una movilización circense, y hemos recreado un circo por todo Bilbao. Ha habido otro día, el de la Noche Blanca, que hemos recreado la Noche Negra y hemos hecho un entierro de la precariedad con un ataúd. Hemos hecho un museo viviente frente a las puertas de nuestro trabajo, un museo hiperrealista para mostrar a la ciudadanía la precariedad en la que vivimos. Y el jueves pasado, en las puertas del museo, hemos recreado un día de playa con un chiringo, un puesto de vendedor de helados, con las tumbonas, sombrillas, carpas, flotadores, de todo».
Sin embargo, matiza, «a pesar de que hemos hecho unas movilizaciones muy creativas y hasta divertidas, esta no es una situación agradable para los trabajadores ni muchísimo menos. Cuando los trabajadores toman esta decisión es porque llevábamos muchísimo tiempo con unos sueldos que eran muy, muy miserables, muy precarios. Más de tres años con los sueldos congelados», recuerda. «Los trabajadores queremos ir a trabajar pero en unas condiciones decentes, dignas», argumenta.
Este diario se puso en contacto con la dirección del museo cuando arrancó la huelga. Declinaron pronunciarse para no interferir en las negociaciones. Negociaciones que en las últimas fechas han cobrado un impulso que hace vislumbrar a los trabajadores un rayo de esperanza. Y permite pensar en una reapertura del museo a corto o medio plazo. «Ha habido dos reuniones bastante importantes y en este momento nos encontramos en un estado muy avanzado de negociación. A día de hoy, y hace 48 días no hubiera podido decir esto, hay posibilidad de un acuerdo. Lo que pasa es que faltan por limar ciertos flecos que quedan ahí, secundarios pero que son también importantes».
Dichas reuniones, de las que no puede ofrecer detalles, se han producido «con un mandatario verbal del Patronato del museo». Patronato que componen Gobierno vasco, Diputación Foral de Vizcaya y Ayuntamiento de Bilbao. «Han sido dos rueniones muy, muy intensas, estoy hablando de muchas horas de reunión. Hemos avanzado mucho. Por primera vez nos encontarmos en una situación tan adelantada en meses», insiste Capetillo. Quien en cualquier caso, pese a declararse «optimista», advierte: «La huelga continúa, seguimos en huelga. De momento hay que limar todas las aristas y dejar el tema muy pulido. No es una bobada, va a quedar para tiempo y esto influye a 30 y tantos trabajadores y sus familias. Esto hay que dejarlo muy atado».
Primera vez que cierra
Cuando comenzaron los paros, Capetillo explicaba a este diario que, sin los trabajadores de la subcontrata, «es imposible» que el Museo de Bellas Artes pueda abrir sus puertas, como así ha ocurrido. «Somos la cara al público, somos los que atendemos a los visitantes y controlamos las obras, somos los que estamos en taquilla, en tienda, somos los guías y educadores, somos los auxiilaires de salas. Sin nosotros es muy dificil abrir el museo», explicaba.
Tanto, que ha sido inviable, lo que ha deparado una situación insólita: «Este museo no se ha cerrado nunca por nada. Recuerdo que hubo un vendaval hace años en Bilbao que arrancó árboles y tiró semáforos y nosotros estábamos trabajando dentro».
Los trabajadores no querían llegar a este punto, relata, pero «llega un momento en que la cosa explota». Insiste en que la situación se remonta a muchos meses antes del «toque de atención» que dieron el 16 de mayo, cuando convocaron un único día de huelga a modo de «preaviso». «Yo había tenido muchas reuniones con la empresa y por activa y por pasiva había intentado de todo». Aquel primer paro no surtió efecto. «A veces no escuchamos las llamadas de atención o no las vemos venir». Todo desembocó en la huelga indefinida.
¿Por qué se prolonga ya el conflicto 40 días, y contando? «Es una situación muy complicada, porque hay una subcontrata de por medio, pero evidentemente los responsables directos son las instituciones públicas, que son las que contratan a la subcontrata», contextualiza Capetillo. «Que todo el mundo hable con la misma tonada y con el mismo tempo para el baile es muy complicado. Ahora nos hemos puesto todos a bailar todos al mismo tempo», celebra.
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