Tuvo la mala suerte de rivalizar con Picasso. Y de esa batalla no hay quien salga vivo. Tampoco ayudó mucho que fuera el pintor oficial del régimen de la Francia gaullista, lo que le valió el desprecio y le sumió en un cierto olvido. Pese a ser despedido con honores de Estado a su muerte, no hay un Museo Braque en Francia. Y sí dos de Picasso: en París y en Antibes. Sin embargo, Georges Braque tiene en su currículum más que méritos suficientes para estar entre los grandes artistas del siglo XX.
¿Quién puede presumir de ser uno de los precursores del cubismo,inventar el collage, ser un excelente músico, codearse con lo más granado de la intelectualidad de la época, ilustrar la obra de una treintena de poetas en más de 200 grabados y hacer decorados paralos Ballets Rusos de Diaghilev? Coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte, el Grand Palais de París le dedicó el año pasado una gran antológica. El Museo Guggenheim de Bilbao, con el patrocinio de laFundación BBVA, se sumó muy inteligentemente al proyecto y la exposición, con claras diferencias respecto a la que se vio en París, abre sus puertas hasta el 21 de septiembre [Vea aquí las mejores imágenes de la muestra].
Prolífica producción
A través de 250 obras, la mayor retrospectiva del artista en España revisa todas las facetas y etapas de la carrera del artista francés. Desde que le sacaron los colores a su pintura coqueteando con los fauvistas (Matisse, Derain y compañía), hasta ese emocionante cuadro final que cierra la exposición y que aún estaba en el caballete cuando murió en 1963. Muy conocidas son las obras cubistas de Braque -y en esta exposición hay un derroche de ellas, piezas maestras codiciadísimas y cotizadísimas tanto del cubismo analítico, como delsintético-, pero Braque («El patrón», como lo llamaba Jean Paulhan en un libro que aportó una nueva visión de su obra y de su figura) fue mucho más que un pintor cubista que revolucionó los cimientos del arte moderno. Que ya es bastante.
La exposición aborda su intensa y prolífica producción y lo hace conimportantes préstamos. Muchos, cedidos por el Pompidou, que atesora una impresionante colección. Uno de los más llamativos es eldecorado original que hizo para el ballet «Salade». Desde su estreno en 1924 en el teatro de La Cigale de París no había vuelto a verse en público. Sus enormes dimensiones no permitían su exhibición en ningún museo. Las salas de Gehry sí lo admiten y muy holgadamente. Junto a esta espectacular obra, otros proyectos escenográficos para ballets de Diaghilev y Massine: «Les Fâcheux», «Zéphire et Flore»...
Piezas inéditas
Pero hay muchos más sorprendentes Braques en el Guggenheim. Procedente de una colección particular, se muestra una exquisita selección inédita de yesos pintados y grabados. También,bellísimas esculturas y abundante e interesante documentación, que incluye fotografías de Braque boxeando, tocando la flauta y el acordeón... Amigo de Erik Satie, sentía devoción porDebussy. Nunca se autorretrató, aunque la comisaria tiene una interesante teoría: los instrumentos que aparecen en sus cuadros son verdaderos autorretratos. También vemos a Braque en una fotografía con la cabeza vendada en el estudio de Henri Laurens. Fue llamado a filas en la I Guerra Mundial y en 1915 le hirieron de gravedad. Hay retratos del artista firmados por Man Ray, Brassaï, Cartier-Bresson... Además de cartas, postales, libros de artista o una película en la que se le ve dibujando.
«Cézanne fue su modelo pictórico y ético», explica Brigitte Leal, directora adjunta del Pompidou y comisaria de la exposición. Pinta, como él, paisajes geometrizados de L’Estaquee impregna de primitivismo sus figuras. Pero fue Picasso una de sus grandes obsesiones. Desde aquel día de 1907 en que Guillaume Apollinaire le llevó al estudio del Bateau-Lavoir en Montmartre para ver unas «Señoritas de Aviñón» muy ligeras de ropa que cambiaron el rumbo de la Historia del Arte. Por sus biografías fueron pasando casi los mismos protagonistas: Vollard, Kahnweiler, Maeght, Paul Rosenberg, Diaghilev..., pero, como advierte la comisaria, fueron muy distintos: «Braque no fue un pintor comprometido como Picasso, no se adhirió a ningún partido político, y fue muy solitario. Picasso no». El español acabó llevándose la chica (todas las chicas)... y la fama, dejando al pobre Braque compuesto y con una sola mujer: Marcelle, su esposa.
La exposición ilustra, con estupendos préstamos, cómo pasó Braque del cubismo al clasicismo. Tras la I Guerra Mundial, y después de tres años de parón artístico debido a sus heridas de guerra, su trabajoretorna al orden del pasado. Braque mira a Corot, a Chardin... y la figuración se cuela en sus lienzos: mujeres en el taller, desnudos, sus célebres Canéforas, naturalezas muertas, talleres, billares... Todo un catálogo de experimentación artística, de idas y vueltas. Pero estalla la II Guerra Mundial y Braque huye del París ocupado: se refugia en Varengeville-sur-Mer. Allí pinta Vanitas, crucifijos, peces... Una iconografía religiosa que evoca la guerra, el hambre, la soledad, la melancolía... La exposición se cierra con sus paisajes finales (1955-1963), vistas panorámicas con Van Gogh al fondo.