La profesora titular del Departamento de Comunicación de la Universidad de Deusto Pilar Rodríguez es, junto al catedrático de la Universidad de Birmingham Rob Stone, la autora del libro 'Cine Vasco. Una historia política y cultural', un estudio sobre la cinematografía vasca.
-La editorial presenta el libro como 'el estudio más completo sobre la cinematografía vasca'.
-Se refiere a que los estudios sobre cine vasco se han venido realizando sobre las décadas: años 80, 90...; o sobre un tema concreto, como Santiago de Pablo que hace obras que comprenden muchos periodos pero son monográficos, como por ejemplo representaciones del nacionalismo. El libro abarca desde el principio hasta el final. De hecho hay comentarios de películas muy recientes como 'Negociador' o 'Loreak'.
-Hemos tardado tres años en escribirlo porque hemos visto todas las películas. Nos habíamos dado cuenta de que en otros libros se hablaba de 'El mayorazgo de Basterretxe' o 'Edurne, modista en Bilbao', pero en realidad nadie, desde hace tiempo, se había tomado la molestia de verlas y analizarlas desde una perspectiva diferente. Por ejemplo hemos comprobado que estas películas eran una representación fílmica melodramática, era el prototipo del cine que se hacía en Hollywood para suscitar los sentimientos y las pasiones de la gente. Eso si hablamos de los inicios, porque del final también aportamos aspectos que no han sido tratados con profundidad. Hay mucha gente en Estados Unidos que está haciendo cine vasco desde la diáspora en inglés. Están recuperando las tradiciones y la historia. Javi Zubizarreta es un chaval que ha hecho 'Zuretzako' (2011), primera película en euskera en Estados Unidos rodada por un norteamericano. Recupera la historia de su abuelo que fue pastor allí. El libro va más allá de los nombres de siempre como Medem, Bajo Ulloa, Álex de la Iglesia, Uribe... Descubre muchos otros autores y cosas que hasta ahora no se habían analizado.-¿Esa recopilación de todo el cine vasco es el único elemento que diferencia este libro de otros publicados anteriormente?
-En el título se habla de 'una historia política'. ¿El cine vasco ha sido fundamentalmente político?
-No nos centramos en si una película habla de política, sino en cómo los distintos movimientos y la transición que ha sufrido la sociedad vasca ha ido condicionando el tipo de cine que se ha hecho. A principios de los 80 se pensaba que tenía que ser cine en euskera, muy social, en contra del capitalismo..., para después cambiar completamente porque nadie hacia cine en euskera. Se han dado muchos cambios y las situaciones políticas han ido alterando el tipo de cine. Ahí está el tema de la financiación o las distintas leyes. Hay mucha gente haciendo cine muy bueno en euskera como Asier Altuna, Jose Mari Goenaga y Jon Garaño, entre otros. No le dan una especial importancia al hecho de hacer películas en euskera, para ellos es algo natural. Funcionan muy bien a nivel internacional porque si se va a proyectar un trabajo suyo en Noruega, al público de allí qué más le da que esté en castellano o en euskera, si tienen que leer los subtítulos. Con ellos el foco se ha abierto mucho. Estamos en un momento muy liberador para el cine vasco y lo vemos con mucho optimismo. No hay cortapisas y se puede desarrollar la imaginación.
-¿El cine vasco ha dependido demasiado de las subvenciones?
-Sí. Hubo un momento muy malo. La dependencia de EiTB era tan enorme que si no existía su financiación era prácticamente imposible rodar una película. Rompió el esquema de directores y actores. En los años 90 muchos de ellos se fueron a Madrid para poder seguir trabajando.
-¿La situación ha cambiado?
-Se están buscando fórmula más imaginativas. Nosotros ponemos a la productora Moriarti como uno de los mejores ejemplos de asociación, generosidad de unos con otros, de ayudarse, buscan proyectos en diferentes idiomas o en Latinoamérica. Lo que ha cambiado es que antes se imponía una etiqueta: el cine vasco tiene que ser de esta manera. Ahora hacemos lo que nos interesa o podemos, en el idioma que más nos interesa y buscamos la financiación donde haya que buscarla.
-¿Ahora la industria cinematográfica vasca funciona más como un colectivo en comparación con la que existía en los años 80 y 90 donde cada uno se buscaba la vida por separado?
-Podemos decir que ahora hay un tejido industrial más asentado. En estos momentos hay tres generaciones de cineastas vascos que están funcionando a la vez. Imanol Uribe y Montxo Armendariz, entre otros, siguen haciendo películas; luego están los de la generación de los 90 como Medem y tenemos la última con nombres como Jose Mari Goenaga, Jon Garaño o Pablo Malo. Empezaron en Larrotxene, que ha sido fundamental a la hora de crear una base. Además la tecnología ha ayudado a abaratar costes y a hacer más fácil los rodajes. También, muchos de ellos están creando sus propias productoras.
-Habla de Larrotxene, pero también Kimuak ha tenido un papel fundamental.
-Sin ninguna duda. Es algo fantástico. Hoy en día es un programa de cortometrajes ejemplar en todo el Estado español. Se ha copiado en otras comunidades autónomas. Ha ayudado de muchas maneras. Asesoran, te introducen en los circuitos y, lo que es más importante, llevan los cortos a festivales internacionales, donde han ganado muchos premios. Los directores de la nueva generación no aparecen de pronto, tienen un trabajo importante detrás. Kimuak les ha dado un impulso, pero les ha dado también un sentimiento de generación, de que están juntos, que pueden compartir cosas como ayudarse unos a otros en el equipo técnico...
-Le veo muy optimista respecto a la situación del cine vasco.
-El libro blanco del audiovisual vasco se tuvo que elaborar en 2003 porque la situación era catastrófica, sobre todo porque no había una capacidad técnica. Tenían que irse a Madrid para todo porque no había laboratorios ni recursos. Ahora la cosa ha cambiado. El optimismo no es mío sino del sector en general. Los directores dicen que mientras haya historias que contar hay que seguir contándolas. Es una proyección para que el mundo vea lo que somos, para mostrarnos. El cine vasco siempre ha sido conflictivo, no desde el punto de vista político, sino porque parecía que nunca terminaba de arrancar y ahora tenemos una película como 'Loreak', la primera rodada íntegramente que participa en la Sección Oficial del Zinemaldia. Cómo no ver la situación con optimismo.
-Ahora se comenta que los vascos hemos aprendido a reírnos de nosotros mismos. ¿Nos hemos quitado la nube de encima?
-Nos la vamos quitando. 'Negociador', de Borja Cobeaga, es una peliculita, que es a lo que aspiraba su director, fantástica. Aporta mucho más que las películas del plomo, del terrorismo. Escenas como esas en las que primero no le saludan los colegas del bar y luego sí, dicen mucho de nosotros. Se están rompiendo los moldes. El cine nunca está separado de la sociedad ni de la política y lo que está cambiando es al sociedad, hay una flexibilidad mucho mayor y en el cine se refleja.
-¿El cine vasco es tan distinto de otras cinematografías?
-Es una de las reflexiones que más nos hemos hecho. Para no caer en la típica definición de que es el cine vasco de lo que tanto se habló en los años 80 en donde se entendía más como autoafirmación del pueblo, ahora se lo hemos preguntado a todo el mundo. Las respuestas dan una visión mucho más abierta. Se puede estar haciendo ahora mismo aquí en Euskera o en Estados Unidos en inglés sin ningún problema. Al abrirse el cine vasco resulta mucho más atractivo. Entre las respuestas a qué es cine vasco, hay algo que se puede decir que no sucede con otras cinematografías: cualquier película en Euskera ya es cine vasco, eso no se puede decir de películas en castellano, que puede ser española o argentina, o en inglés que puede ser de muchos lugares. Fuera de esto hay muchas interpretaciones.
-Cómo ha sido trabajar a dos bandas y con alguien que tiene una mirada extranjera.
- Ha sido una experiencia muy buena, pero no fácil. Si empezábamos a hablar de las representaciones del terrorismo y le intentaba explicar a Rob el clima social y el clima político que teníamos en aquella haciéndole ver que no se podían tratar las películas independientemente del contexto que vivíamos. Pero al final resultó bueno porque me hizo repensar muchas cosas como que a lo mejor ese clima que estábamos viviendo había que cuestionarlo, que a lo mejor no había que tomarlo como fue sino lo que supuso que existiera.