domingo, 10 de mayo de 2015

Cuando la tradición es lo moderno




Profesor Superior de Música y doctor en Etnomusicología, Sabin Bikandi (Galdakao, 1965) conoce a fondo las reglas del lenguaje musical. Tanto como para poder presumir, entre sus habilidades, de la capacidad de llevar a cabo buenas «falsificaciones de cosas antiguas y tradicionales». Como miembro fundador de Aiko Taldea, Bikandi conoce también a fondo la importante relación entre música y danza. Ambos conocimientos los puso en juego en un trabajo junto al músico Xabier Erkizia y el coreógrafo catalán Cesc Gelabert, con quienes puso música al espectáculo escénico Gelajauziak, de la compañía Kukai Dantza. El resultado, junto al éxito de público, ha cosechado también varias nominaciones a los Premios Max de las Artes Escénicas -a la espera de la decisión final el 18 de mayo en Barcelona-, entre ellas la de Mejor composición musical.
La partitura, escrita «al alimón» junto a Erkizia y Gelabert, acompaña a un espectáculo coreográfico que se inspira en varias danzas sociales del País Vasco. Dantza jauziak, jota y fandango tienen presencia en un espectáculo con un estilo de baile que Bikandi define como «muy pegado al suelo» y muy tradicional, que además recupera «las funciones originales de la danza: la comunicación». «En los jauzis el que baila es un grupo; todos los dantzaris se juntan en círculo e interactúan», indica. Este sentido de grupo, que a veces parece difuminado en el ejercicio actual de las danzas, retoma su fuerza en esta pieza en la que, dice Bikandi, «hay de todo, desde pasajes con emulación, desafío, cooperación...». Un espíritu, el grupal, presente también en la jota y fandango, del que el espectáculo reivindica el carácter de baile de pareja. «La jota y el fandango ha sido un baile erótico por excelencia para la mayoría de nuestros entornos», explica.
La parte coreográfica esconde, a juicio de Bikandi, «muchas joyitas» y elementos «de lo más viejo, puro y tradicional», de los que Gelabert se embebió antes de diseñar la coreografía. Del mismo modo, también la parte musical, elaborada en un «proceso muy creativo» en estrecha colaboración con el coreógrafo -«es un hombre con las cosas muy claras en lo musical, y sus ideas a veces son distintas a las nuestras, pero eso te abre caminos», dice Bikandi- bebe de las tradiciones. El resultado es, a juicio del músico, un trabajo «muy tradicional y muy contemporáneo», conceptos ambos que, reivindica, no son en absoluto contrapuestos.
«Yo soy un tamborilero que toca un txistu de tres agujeros y un tambor, y aunque los primeros tamborileros contratados en Bilbao son del siglo XV, estamos muy vivos; mi trabajo lo considero tan contemporáneo como el del que hace las cosas más raras en la pared», resalta Bikandi, quien recuerda, en este sentido, que «hay cantidad de cosas antiguas que se han perdido», y no sólo en el campo de la música, y que, por ese mismo motivo, recuperarlas es de lo más novedoso.
Por todo ello, el trabajo de composición para el espectáculo Gelajauziak es «un continuum» con la labor que lleva años realizando con el colectivo cultural Aiko Taldea, dedicado a difundir el legado de la música y la danza tradicional vasca y a recuperar el espíritu popular de las romerías.
Bikandi revindica además la enorme relación existente entre música y danza, aunque hoy en día parezca haber un «divorcio» entre ambas. «En Castilla, por ejemplo, me gusta presentarme como un humilde tamborilero vizcaíno, un oficio que consiste en tocar para la danza, y eso es algo de lo que no somos conscientes muchas veces», señala, y recuerda que «lo que conocemos como concierto es algo muy novedoso». Porque, explica, aparte de aquella ligada a cuestiones domésticas, como las nanas o los rezos, «la música que conocían nuestros abuelos» estaba sobre todo ligada al baile. «En nuestra cultura europea la danza y el baile siempre han sido el movimiento humano coordinado con la música; no se entiende la danza sin música», recuerda.
De la misma manera, apunta, también la improvisación ha sido una «parte fundamental» de la cultura tradicional, aunque poco a poco se haya ido perdiendo. Por eso, las labores formativas que realiza Aiko, con una metodología propia basada en la sencillez y la naturalidad, buscan dotar a la gente de «recursos para que puedan ser libres», para que una vez conocidas las normas, puedan improvisar. «De la misma manera que los bertsolaris tienen el lenguaje, que vertebra las ideas, les da sentido y sirve para que emisor y receptor estén en la misma onda y se entiendan, nosotros también improvisamos, pero conociendo el lenguaje; y cuando alguien llega a ser maestro, puede saltarse las reglas», dice.
El principal «desafío» de Aiko es la transmisión del baile entre la gente adulta, para lo que cuentan con un grupo de música, publican discos y tienen en marcha iniciativas como Dantzaldi Ibiltaria, en el que ofrecen clases de danza para adultos por todo el País Vasco -en septiembre firmaron un convenio con la UPV/EHU para desarrollar las clases en el edificio Bizkaia Aretoa-. Conscientes de que, como consecuencia del alejamiento de los adultos de la danza, la transmisión «por inmersión» a las nuevas generaciones se está perdiendo, una de las nuevas líneas de trabajo de Aiko son talleres con padres y niños pequeños. Entre sus últimos proyectos realizados está también el disco-libro Fasioren mendea, de homenaje al acordeonista de Igorre Bonifazio Arandia, donde recuperan vídeos, grabaciones musicales y partituras en el centenario de su nacimiento. Con motivo de ello organizaron ayer un curso en el Bizkaia Aretoa, en torno a su figura, dirigido a trikitilaris, pandereteros y músicos en general.

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