sábado, 28 de febrero de 2015
jueves, 26 de febrero de 2015
El Museo Guggenheim acoge una retrospectiva de la obra de Niki de Saint Phalle, figura del Nuevo Realismo
Esta exposición, organizada por el Museo Guggenheim Bilbao y la Réunion des Musées Nationaux-Grand Palais de París, con la participación de la Niki Charitable Art Foundation, constituye la primera gran retrospectiva dedicada a Niki de Saint Phalle en España y ofrece una visión "profundamente nueva" sobre la artista a través de más de 200 obras y documentos de archivo, muchos de ellos inéditos, según ha informado el Museo. Así, quedan fielmente reflejadas las diferentes facetas como pintora, escultora, grabadora, autora de performances y cine experimental de una artista con un universo creativo propio y una visión del mundo pionera, complementadas con proyecciones en las que la propia autora comenta su obra. A lo largo de 2.000 metros cuadrados de exposición, los visitantes podrán reconocer los grandes ejes y mitos que articulan la carrera de Niki de Saint Phalle, una artista que alcanzó el aplauso y el reconocimiento internacional en vida y que supo captar el interés de los medios de comunicación, como también hiciera Andy Warhol. En la muestra, organizada cronológica y temáticamente, las piezas abordan temas recurrentes en toda la trayectoria Niki de Saint Phalle, como el poder de lo femenino y el ataque a las convenciones sociales. En sus obras conviven la radicalidad y el fuerte compromiso político y social con el color y con el optimismo de sus mundialmente conocidas 'Nanas'. La retrospectiva revela, por tanto, un mundo paradójico y singular que se inspira en Gaudí, Dubuffet y Pollock. Una artista franco-AMERICANA Niki de Saint Phalle nació y pasó gran parte de su vida en Francia, aunque creció en Estados Unidos, donde eligió quedarse durante la última parte de su carrera. Siempre a caballo entre sus dos patrias, forma parte del panorama artístico de ambos países. Conocida como la única mujer artista del movimiento del Nuevo Realismo en Francia, también se la vincula con los neodadaístas Jasper Johns y Robert Rauschenberg y sus 'Combines', y es considerada una de las precursora del arte pop, al que dotó de un nuevo punto de vista. La primera artista feminista Niki de Saint Phalle es considerada asimismo la primera gran artista feminista del siglo XX.
miércoles, 25 de febrero de 2015
martes, 24 de febrero de 2015
domingo, 22 de febrero de 2015
En Nueva York el Guggenheim Bilbao no es uno más; es el gran socio, el gran compañero de viaje
Durante su etapa como vicelehendakari en el Gobierno de Ardanza, Jon Azua apostó fuerte por sueños que hoy son realidades. Y uno de estos proyectos de éxito es, sin duda, el Guggenheim Bilbao, que se ha convertido en motor económico de Bilbao y Euskadi y en el paradigma de los museos del siglo XX. “He tenido el gran privilegio de participar en este proyecto desde prácticamente el momento cero, desde los momentos más complicados; de haberlo defendido contra viento y marea, de haber creído en lo que esto podía significar para Bilbao y para Euskadi, de haber sido tremendamente criticado por esas decisiones y actuaciones y de haber podido disfrutar de ver el éxito del museo todos estos años”, confiesa Azua.
Ingeniero industrial, máster en Economía y Dirección de Empresas y doctorado en Business and Public Administration por la Universidad de Lasalle, el exvicelehendakari Jon Azua ha ocupado cargos de responsabilidad institucional en ámbitos muy especializados. En la actualidad es presidente y fundador de EnovatingLab.
La Diputación de Bizkaia y el Gobierno vasco le acaban de proponer oficialmente como representante de las instituciones vascas en el consejo de Nueva York. ¿Qué supone el nombramiento?
-Hace veinte años que el Patronato de la Fundación Solomon R. Guggenheim me invitó a formar parte del consejo y siempre he tenido claro que la prioridad y razón básica por la que estaba en él era para velar por el conjunto del Guggenheim, que es mi obligación como patrono, pero pensando siempre en Bilbao y en Euskadi. Siempre he informado, consejo tras consejo, a las instituciones vascas, y ahora por supuesto lo seguiré haciendo con más razón. Pero fui yo mismo quien propuso que se formalizara y se diera oficialidad a la presencia de un representante vasco en el consejo neoyorquino. Creo que es bueno para la red Guggenheim, para nuestra relación y para nuestro País; da una fuerza mayor al representante de Euskadi en Nueva York.
Las instituciones vascas no lo han dudado ni un solo momento. Tenía que ser usted su representante. Sin duda, supone un reconocimiento a su labor...
-Lo interpreto como un reconocimiento; supone que tienen confianza en mi, que han reconocido un trabajo y que creen que puedo aportar algo. Que Nueva York sepa que cuento con apoyo de unas instituciones también es importante, de alguna manera me da más fuerza en el consejo. En realidad, el peso que yo podía tener era relativo, como un consejero más. También me gustaría dejar claro que, aunque muchos no lo sepan, pertenecer al consejo no supone ninguna retribución económica. Por lo tanto, yo no he cobrado ni un solo dólar ni del Guggenheim ni, por supuesto, del Gobierno vasco ni de la Diputación. Y seguir ahora como representante oficial de las instituciones no conlleva retribución alguna.
Durante su etapa en la vida pública, fue uno de los artífices del Guggenheim Bilbao. ¿Existió el ‘milagro Bilbao’?
-Yo no lo llamaría así. Precisamente, en Nueva York el consejo me encargó un informe sobre si lo que había pasado en Bilbao era un milagro o era un modelo replicable. La conclusión fue que era un modelo replicable, pero con una serie de premisas. Aquí no se había contratado solo a un arquitecto como Frank Gehry para que hiciera un edificio singular, sino que detrás había una verdadera estrategia de País, en la que la pieza Guggenheim tenía un papel muy importante, pero sin todo lo demás, no funcionaba. La historia nos va dando la razón, no es cuestión de construir un museo en cualquier ciudad del mundo, como demuestra la cantidad de proyectos que se han ido quedando en el camino. A Nueva York llegan centenares de solicitudes de ciudades de todo el mundo para abrir su Guggenheim, que no verán la luz.
En estos veinte años, ¿cómo ha cambiado la percepción de la Fundación Solomon R. Guggenheim con respecto a Bilbao?
-La valoración es tremendamente positiva, Nueva York está encantado con Bilbao. El museo bilbaino no es uno más; es el gran socio, el gran compañero de viaje. El Guggenheim Bilbao se ha ganado su plena autonomía en todos los sentidos, en la dirección, en la gestión, en la organización de eventos... Ha ganado un reconocimiento personal y profesional de primer nivel. Hay una confianza absoluta y en el consejo de la Solomon, la imagen del museo es que funciona extremadamente bien. Hay una gran credibilidad de las instituciones vascas.
Pero hubo un momento durante el Gobierno de Patxi López que las relaciones fueron muy difíciles. ¿En Nueva York se llegó a pensar que la alianza se podía romper?
-Se encendieron muchas alarmas rojas, se generó un momento muy complicado de cara a la renegociación. Llegaron a pensar que esta relación de continuidad se estaba cuestionando y que Bilbao podía llegar a plantearse de verdad marcharse de la red Guggenheim, buscarse otros compañeros de viaje o quedarse aislado. Pero, por otro lado, en el momento de empezar este proceso de negociación, a Nueva York le surgieron una serie de alternativas muy interesantes, dado el propio éxito de la red Guggenheim. Existían otras ciudades en Europa deseando estar en la red que no podían porque nosotros tenemos el derecho de veto. En esos momentos de conflicto, yo destacaría el enorme papel que jugó la Diputación de Bizkaia, en concreto José Luis Bilbao y Josune Ariztondo. En aquella época transmitieron a Estados Unidos la tranquilidad y la voluntad de seguir adelante con la relación. Fue determinante.
¿La visita del lehendakari Urkullu a Nueva York tuvo la función de tranquilizar?
-Una vez celebradas las elecciones, el lehendakari también jugó ese papel y en esa visita a Nueva York ratificó y transmitió de una manera muy clara y oficial que las instituciones vascas valoraban positivamente la relación durante estos años, que queríamos ir adelante con este acuerdo y que entendíamos que las negociaciones debían reforzar la realidad y el papel de la relación.
Ha llevado el peso de las negociaciones del nuevo acuerdo que el Guggenheim Bilbao ha firmado por otros veinte años con la fundación neoyorquina...
-Por las razones que sean tanto el lehendakari como el diputado General decidieron delegar en mí las conversaciones y me ha tocado ejercer este papel. No oculto que hubo un primer momento en Nueva York que les pareció muy bien porque conozco todo el proceso, pero, por otro lado, levantó algún resquemor en parte del equipo porque cabía interpretar que podía caerse en un conflicto de intereses por favorecer a Bilbao y no al Patronato. Y también se oyeron algunas voces aquí que pensaron que podía favorecer a Nueva York. Hubo que hacer un equilibro importante en todo este proceso. Y de una manera muy directa, Juan Ignacio Vidarte y yo hemos llevado estas conversaciones con el enorme trabajo del equipo de Bilbao y siempre con el apoyo directo del lehendakari, el departamento de Cultura del Gobierno y de la Diputación de Bizkaia.
¿Cómo valora el nuevo acuerdo?
-Muy positivamente. También me ha tocado el papel de remarcar en Nueva York que aunque es verdad que el Guggenheim ha aportado mucho a Euskadi, es cierto que Bilbao-Euskadi ha aportado muchísimo a Nueva York. En el nuevo acuerdo las dos partes ganan y se ha llevado al terreno de lo oficial y real la manera de funcionar que ya se tenía. Es una autonomía plena para Bilbao, que además deja en manos de las instituciones vascas hacer, entre comillas, lo que queramos como museo: más exposiciones, potenciar los programas educativos, adquirir obras de arte... Todo depende de los recursos disponibles y siempre que se mantengan los niveles de calidad. La dirección y la gestión del museo están en nuestras manos, nuestro propio Patronato es el que sigue tomando las decisiones, nuestro plan estratégico lo elaboramos nosotros... Y participamos en todo lo que la red nos da más allá de la marca. Hay gente que piensa que con el bagaje que tenemos ya se puede funcionar como museo de Bilbao o museo de Euskadi de arte contemporáneo, pero vete tú solo a comprar obras de arte, a buscar coleccionistas, a traer artistas, exposiciones, paga el alto coste de los seguros... Si no formas partes de una importante red museística, surgen numerosas dificultades.
¿Por qué el nuevo acuerdo con la Fundación neoyorquina se ha firmado por un periodo de veinte años?
-Buscando la estabilidad y continuidad. La verdad es que cuando firmamos el primer convenio con Guggenheim queríamos un acuerdo para toda la vida, luego se pensó en 75 años pero podía haber dificultades desde el punto de vista legal respecto a que si una fundación en Estados Unidos y el Gobierno Vasco podíamos comprometer un proyecto por un periodo tan largo. Y eso fue la razón por la que se establecieron periodos de renovación determinados, pero la verdadera voluntad y vocación era la de buscar un compromiso y una alianza para siempre. En este caso, renovarlo por veinte años transmite a Nueva York y a la sociedad vasca que es una apuesta y que queremos construir un proyecto más allá de una situación meramente coyuntural.
Una de las modificaciones del nuevo acuerdo es el coste para la Fundación bilbaina de la colaboración con la Solomon R. Guggenheim. A partir de ahora, se incluye un modelo financiero distinto y se abonará un pago fijo de 2,4 millones de dólares al año. ¿Está bien invertido?
-Aquí no ha habido renovación de ningún tipo de canon, aquí hay un pago de servicios adicionales que hemos pedido y que garantizan un fijo determinado para dar una estabilidad. Es una buena inversión, como ha sido siempre desde el principio. Pocas inversiones públicas han tenido un retorno económico y cultural como el Guggenheim. Poquísimas.
¿Otros museos Guggenheim pagan más?
-Es un modelo diferente con respecto a la gestión de los recursos. Abu Dabi, por ejemplo, abona una cantidad importante a Nueva York por el diseño, construcción, gestión... Por eso para algunos en Nueva York, Bilbao pagaba poco. Y es cuando se les recordaba que estábamos hablando de cosas diferentes. Bilbao ya ha hecho la mili, ha hecho un recorrido, hemos generado valor, el museo bilbaino ha aportado mucho valor al Guggenheim... Y esto se puede justificar con muchos datos. Creo que el conocimiento de la realidad de ambas partes facilitó poder llegar a un buen acuerdo.
Algunos sectores críticos han hablado de franquicia Guggenheim en Bilbao. ¿Usted ha tenido esa percepción en Nueva York?
-Nunca. También es absolutamente falso que nos impongan exposiciones o que compremos el arte que quiera Nueva York. Formamos parte de una red mundial de primerísimo nivel, que está pasando un buen momento, en la que Bilbao tiene un enorme reconocimiento y una gran aportación de valor dentro de esa red. Tenemos una autonomía plena, lo que hagamos en el museo depende de nosotros mismos, sabiendo que hay detrás un gran apoyo, una gran marca, una gran experiencia, un conjunto de extraordinarios patronos, de coleccionistas de arte, de artistas, que nos acompañan en todo este viaje. No estamos atados porque nos han condenado a formar parte de una red Guggenheim, es que queremos estar.
En el nuevo convenio se incluyen dos anexos, uno con el proyecto del Guggenheim en Helsinki y otro sobre la ampliación discontinua del museo bilbaino.
-Pusimos mucho empeño en las negociaciones para que se incluyeran. Bajo el nuevo acuerdo ni Helsinki ni la ampliación requieren una aprobación adicional a lo hecho hasta ahora. En el caso del Guggenheim Bilbao hay que insistir que no se trata de que se vaya a construir un nuevo museo, no quiere decir tampoco que se vaya a hacer ahora. Pero algunos estamos convencidos de que si el Guggenheim Bilbao ha sido el nuevo paradigma de los museos del siglo XX, la expansión del museo sería el paradigma de los museos del siglo XXI. Con esta cláusula que se ha incluido en el convenio no hay que pagar nada, ni volver a llegar a acuerdos con la Fundación Guggenheim. Por eso resultaba tan importante que se reflejara en el nuevo convenio.
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