Las Galerías de Punta Begoña están labradas en la historia. Nacieron como muro de contención, fueron pasadizo secreto y salón de fiestas y ocio, hospital republicano, cuartel general del mando italiano o sede de Auxilio Social
Un reportaje de Jon Mujika.
FUE el símbolo de una época. O, por decirlo de una manera más sensible, se puede decir que las Galerías Punta Begoña son el sueño de un hombre, Horacio Echevarrieta (1870-1963), hijo del empresario de éxito y líder del republicanismo vizcaino Cosme Echevarrieta (1842-1903). Con los beneficios que le generaban sus negocios, el padre de Horacio compró el solar de Atxekolandeta en Punta Begoña, entre otros, que de ser una zona de uso militar se convertiría, con el paso de los años y la paulatina urbanización de la costa, en lugar de veraneo para disfrutar de aquellos baños de mar que entonces empezaban a ser muy populares.
Hoy recuerda, mirando al mar, un mascarón de proa. Pero fue construida por Ricardo Bastida en 1919. Columnada y cubierta por una terraza abalaustrada, se realizó por encargo del ya citado empresario Horacio Echevarrieta y su función principal era la de continuar y rematar el muro de contención y defensa del acantilado sobre el que se asientan los solares de Atxekolandeta, y en el que se encontraba el palacio de la familia Echevarrieta, una mansión de estilo inglés diseñada por el arquitecto Gregorio Ibarreche en 1910, ya desaparecida. El propietario aprovechó para dotar a la galería de distintas estancias y pasadizos diseñados como lugar de recreo y no cuesta imaginarla en los días de disfrute de los felices años 20.
Cuentan las crónicas que durante varios años fueron escenario de lujosas fiestas, eventos sociales, bailes e incluso partidos de tenis, en su inmenso salón, hasta que cayeron en el olvido cuando su propietario decidió derribar la vivienda que le daba sentido. Desde el jardín de la casa mediante unas escaleras se tenía acceso a las Galerías de Punta Begoña en las que se ubicaba el despacho privado de Horacio. Hoy en día, el terreno en el que en una época se ubicó la casa de Horacio Echevarrieta está ocupado por la urbanización Punta Begoña.
Conservan en su interior las huellas del paso del franquismo, quedando restos de mensajes franquistas en el techo: “¡Arriba España!”, “¡España, una, grande y libre!” o “¡Franco, Franco, Franco!” son algunos de los lemas grabados en el salón. Puede decirse que esos vestigios son síntoma de un paseo por la historia al que invita las visitas que hoy pueden cursarse.
En un pasado más reciente, las mismas galerías fueron adjudicadas en concurso público al grupo de hoteles Barceló. El grupo hotelero tenía proyectado un nuevo hotel en la costa vasca ubicado en el mismo lugar que ocupan las Galerías Punta Begoña de Getxo. Para poder levantarlo contaban con la destrucción total de las galerías, cosa totalmente imposible ya que están declaradas como patrimonio del municipio. Visto esto, el grupo desestimó la oportunidad de asentarse allí.
Viajemos al pasado y entremos en aquellos días de esplendor. Es hoy sabido que el salón principal de Punta Begoña estaba amueblado con sillones de cuero verde, una chimenea y una enorme mesa de billar en el centro. No era un salón de baile como tal, sino un salón de ocio. De esta estancia solo ha llegado hasta nuestros días una fotografía de 1990, lo que refuerza la idea de que era un lugar casi secreto para uso estrictamente privado de Horacio Echevarrieta. La calidad de los materiales utilizados es otra de las características de las galerías, y el salón principal es un perfecto ejemplo de ello. En él hemos identificado cinco tipos de rocas ornamentales, cada cual más llamativa: mármol gris de Carrara (Italia), caliza roja o Rojo Ereño de Gautegiz (Bizkaia), mármol veteado o Yellow Benou de Bearn (Francia), mármol blanco o Bianco Venato de Carrara (Italia) y granito o azul zafiro de Cáceres. Las carpinterías de las galerías parecían ser una madera tropical que se había traído de algún lugar lejano, pero los análisis realizados por los equipos de investigación de la UPV/EHU han desvelado que son de una madera autóctona. Todo un lujo.
No se detiene ahí la descripción. Las cerámicas de Punta Begoña son una singular seña de identidad. Durante los tiempos de abandono sin inumerables los jóvenes que entraban a las maltrechas galerías para llevarse un recuerdo de la época o como mero acto de vandalismo. Sus diseños eran similares a los de otros lugares emblemáticos de Bizkaia, como el Café Iruña o el parque de Doña Casalida. La UPV/EHU ldescubrió, hace algún tiempo, que la mayoría fueron compradas a la fábrica de cerámicas José Mensaque, de Sevilla, en activo desde principios del siglo XVIII.
En una revisión histórica realizada por la ya citada UPV/EHU digamos que las galerías de Punta Begoña tienen varias vidas. Nacieron como muro de contención a los embates del Cantábrico, y se conocen algunos de sus diversos usos posteriores, como centro hospitalario del bando republicano o cuartel general de mando italiano durante la Guerra Civil o sede del Auxilio Social en la posguerra.
En su tesis doctoral, Aintzane Calvo revisa el enclave histórico. Asegura la investigadora que el lugar donde se encontraba el palacio tiene un significado estratégico asociado a su carácter militar, debido a que se ubicaba en el promontorio de Punta Begoña, lugar donde estuvo emplazado desde el siglo XVII hasta el XIX el Fuerte de Begoña, batería defensiva del Abra. Desde ese emplazamiento se puede ver y controlar pero también ser visto. Esta fortificación defensiva situada sobre el acantiladoexistió hasta el año 1888, año en el que fue desmantelado y terminó por desaparecer cuando comenzaron las obras del contramuelle exterior.
“Cuenta la leyenda que caían piedras del acantilado y el magnate que vivía en la casa de arriba, Horacio Echevarrieta, decidió hacer un muro de contención”, destaca Urko Balciscueta, arquitecto municipal del Ayuntamiento de Getxo.
Echevarrieta, fundador de Iberia e Iberdrola, urbanizó la Gran Vía de Madrid, y promovió la línea 2 del metro de Barcelona, el transbordador del Niágara y el mejor submarino de los años 30. A principios de siglo construyó Punta Begoña, uno de los primeros edificios civiles de hormigón. Gonzalo Arroita, profesor de cátedra Unesco, sostiene que “a nivel arquitectónico fue totalmente innovador en su momento;es uno de los mayores belvederes que hay en Europa”.
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