Recorremos algunas de las zonas del Botxo que entre los años 80 y 90 acogieron locales que se llenaban cada fin de semana gracias a un público ávido de nuevos sonidos, estéticas y sensaciones. Hoy apenas ninguno sobrevive y lo que queda, más allá del recuerdo, son edificios en ruinas, talleres mecánicos, supermercados, garajes…
Cuando aún resuena el cierre de varios bares del Casco Viejo bilbaíno por parte del Ayuntamiento al infringir la normativa y tener DJs “posibilitando el baile como si se tratara de una discoteca” (puedes recuperar la noticia aquí), nos viene a la cabeza aquel otro Bilbao, el de hace bastantes años, cuando eran impensables argumentos como esos (¡posibilitar el baile!) para expedientar y cerrar negocios de hostelería. Sin embargo, en pleno siglo XXI, en una ciudad que se vende como moderna, de servicios, dedicada al turista, llena de festivales multitudinarios y bla, bla, bla, se empieza a ver como algo normal.
Lo que parecía ser un hecho aislado y un patinazo de nuestros dirigentes propio de una película de Berlanga, ha seguido estando de actualidad gracias a otras genialidades de esta “brigada de la moralidad” que hacía lo mismo en un restaurante o clausuraba la terraza de un conocido hotel por exceso de sonido… ¡en plena Aste Nagusia!. Eso sí, de las serenatas que se montan los tradicionales txikiteros, ni hablar. En fin…
Es curioso que cuanto más moderna es Bilbao y más visitantes foráneos tiene paseando por sus calles, más se queja la hostelería y mayores son los problemas para llenar sus locales. Sin embargo, cuando no nos visitaba ni el tato ni figurábamos en las guías turísticas, los locales estaban llenos de jueves a domingo. Casi media hora costaba atravesar los 150 metros de Barrenkale a cuenta de la marea humana. Cualquier bar organizaba un concierto… y se llenaba. Daba igual que fuesen grupos locales o de fuera. Había hambre de diversión.
Muchos de los negocios de entonces (por no decir todos) ya no existen y en la memoria colectiva han quedado nombres como Yoko Lennons, La Jaula o Gaueko. Más de treinta años después sus nombres se siguen pronunciando como el que recita la leyenda de El Dorado. Algunos añoran aquellos tiempos y otros lamentan no haberlos vivido cuando escuchan las historias, algunas inventadas, otras exageradas, pero muchas de ellas completamente ciertas, de aquellos tiempos.
Es por eso que hemos decidido hacer un repaso a los locales y zonas más emblemáticas de la ciudad. Recordar una época de oro en la hostelería bilbaína en un tiempo en el que no era fácil ni respirar pero en el que las carencias se suplían con ganas de disfrutar e interés por hacer las cosas bien. Sabemos que no están todos los que son, que van a faltar muchos sitios que para ti, querido lector, serán emblemáticos, pero es imposible abarcar toda la oferta hostelera que había en en diferentes zonas del Botxo y en gran parte de la provincia. Esto es, simplemente, un pequeño homenaje a los titanes que hicieron un Bilbao duro, gris e incómodo un poco más amable y colorista para muchos de nosotros.
EL AYER Y EL HOY DE LOS BARES Y DISCOTECAS MÁS MÍTICOS DEL GRAN BILBAO
CRYSTAL DANCETERIA
Abierto a comienzos de la década, el Crystal reunía lo mejor de los clubs neoyorquinos. Glamour, un público de mediana edad compuesto por mucha modelo, diseñador y artista y una excelente banda sonora de funky y sonidos new romantics a cargo de Manu. Decorado en la obligada combinación de cemento, metal y colores rosas y grises propios de la modernidad de la época, era el paso previo para subir al Yoko Lennon’s a rematar la noche. Durante un tiempo, dentro tuvo su propia boutique para comprar complementos y ropa de importación a altas horas de la noche.
Como suele ocurrir en muchos negocios nocturnos que son llevados por un matrimonio, la noche cansa y desgasta y Crystal terminó pasando por otras manos. Al principio siguió conservando el neón rosa en la fachada aunque la nueva gerencia empezó a programar espectáculos de transformismo, primero, y sesiones para adolescentes adictos al Fotolog, después. Actualmente se llama La Bola de Cristal Latina y por las tardes ofrece bailes para jubilados mientras que por las noches ofrece perreo para público latino donde sortean planchas y ventiladores entre los asistentes.
YOKO LENNON’S
En los años 70 los bajos de los rascacielos de la plaza Zabalburu eran conocidos como “La calle pop“, una Kings Road en miniatura llena de boutiques hippies, clubes de jazz, cines y una discoteca llamada Zoom Zoom que, en su decadencia, terminó ofreciendo espectáculos pseudo porno donde llegaron a incluirse actuaciones de zoofilia con strippers.
En 1981 y bajo la dirección del pintor y crítico taurino Javier Urquijo, la discoteca cambia el nombre a Yoko Lennon’s. Desde ese momento se convertirá en el punto de reunión de los más modernos, gente de la farándula de paso por la ciudad, las trabajadoras de las barras americanas de la calle General Concha, matrimonios de boda, estudiantes celebrando fiestas de viaje de estudios… Todo, con una oferta musical a la última (new romantic, tecnopop y new wave), conciertos que lo mismo reunían a Mari Trini o las Vulpess que a Tino Casal… y un relaciones públicas que se paseaba por la sala en patines de roller disco. Incluso en navidades hacían matinales infantiles con circo y DJs pinchando a Teresa Rabal y Enrique y Ana.
Para el recuerdo queda “Llegando hasta el final“, el disco de Alaska y los Pegamoides grabado en directo en el Yoko en el último concierto de la banda antes de separarse en 1982. Tras su cierre se convirtió en parking privado para coches de los vecinos de la zona, como puedes comprobar aquí debajo.
BOLOS LOCAL MUSICAL
Si un local consiguió hacer mucho por la cultura bilbaína y ejercer de catalizador artístico ese fue el Bolos. Los hermanos Javier y BoloFernández venían de tener una tienda de discos y de haber gestionado una sala de conciertos cerca del Aeropuerto de Sondika. Al trabajar en los departamentos de ventas de discográficas, muchas novedades estaban en su poder semanas antes de que salieran a la venta y las pudieran pinchar los demás locales.
Bolos se abrió en 1982 en el barrio de Uribarri y venía a predicar la postmodernidad y vanguardia de los insultantes primeros 80. Para ello contaron con La Mode en la inauguración y por su escenario pasaron lo mismo grupos locales que estatales. Era habitual que muchas de las bandas que sonaban en Radio 3 o Rockola semanas después pisaran el escenario del Bolos, por lo que no es de extrañar que en su época de mayor éxito Radio Futura organizasen allí reuniones con prensa y fans. Además, se podían comprar fanzines de todo el país y singles y maquetas independientes.
La gran explosión de fanzines de 1983 en Bilbao se pudo dar en parte gracias al Bolos ya que todos los artífices de estas publicaciones fueron apareciendo por allí de manera casual y Bolo se encargó de poner en contacto a los unos con los otros, cerrando una especie de gran pandilla que tenía allí su base de operaciones. Aunque siempre se ha hablado del Gaueko como germen de la escena rocker en Bilbao, fue en Bolos donde comenzaron a reunirse y a organizar sus fiestas los primeros rockers, los de la Margen Izquierda.
Y lo mismo que todo empezó, todo acabó. Lo de siempre: Problemas con los vecinos, unido a que la mayoría del público tenía que desplazarse desde lejos acabaron en menos de cuatro años con la sala. Tras el cierre, Bolos se convirtió en un supermercado de barrio. Hoy, donde las parejas se abrazaban en los sofás del fondo al ritmo de “Un día en Texas” de Parálisis Permanente, un carnicero filetea carne con un cuchillo gigante.
GAUEKO
Gaueko es, sin duda, el nombre que primero sale cuando se recuerdan los primeros 80 en Bilbao. Su etapa dorada llegó después de la riada del 83, si bien es cierto que estaba abierto desde 1975. Sus dueños originales eran un redactor de Mundo Obrero, un condenado a muerte en el Proceso de Burgos que terminó salvándose del fusilamiento, un político y un miembro de ETA. Los socios fueron cambiando durante los años.
En diciembre del 83 se reinagura bajo el nombre de Neo Gaueko WC y la dirección artística del pintor Francis de Blas (que venía de dirigir el fanzine Neo Ama de Kass). Decorado en azulejo blanco, lavabos, lavadoras y bidés convirtieron el local en un váter gigantesco con muñecos breakers al estilo de Keith Haring iluminados con luz negra. Sonaban discos de importación, de Prince o PiL, que atronaban en los altavoces. Su decoración fue la principal seña de identidad del Gaueko y sería la que acompañaría a la sala hasta el final de sus días en los 90.
Al principio se pensó como local nocturno. Solo abría viernes y sábado a partir de las 12 de la noche y los jueves se celebraban conciertos en pases de tarde y noche. Tenían fotógrafo propio que se encargaba de inmortalizar los conciertos y toda la fauna nocturna que se paseaba por allí y organizaron el concurso “Sonidos after riada” para descubrir nuevas bandas. Al abandonar Francis y entrar un nuevo equipo es cuando comienza a abrir por las tardes de jueves a domingo y se llena de rockabillies adolescentes mezclados con pandillas de niños siniestros. Son los años más gloriosos de la sala con conciertos de rock and roll y garaje prácticamente todas las semanas. Gaueko también vivirá de lleno la explosión del Rock Radikal Vasco con grabación de algunos discos en directo en la sala y el posterior Getxo Sound.
Desde entonces, Gaueko ha permanecido cerrado siendo noticia en prensa hace varios años por el hundimiento del techo y el peligro de llevarse con él la totalidad del centenario edificio con estrutctura de madera donde está asentado. Hoy, sus dueños intentan vender un local completamente abandonado, destrozado y al borde del derrumbe que, para mayor ironía, tiene okupas alojados en la trasera de la sala, en lo que en otros tiempos fue el local gay Txokolanda.
DEPARTAMENTO’S
Andoni y Begoña, sus dueños, eran fans del grupo inglés Departament S y por eso bautizaron así a la parte del restaurante que sus padres les cedieron inaugurándose en junio de 1982 en pleno casco viejo de Portugalete. Andoni venía de pinchar en otros locales y tenía un programa de novedades sobre el punk y new wave en la emisora pirata JMC Radio. Inaugurar un local con la misma música que sonaba en su programa (Siouxsie, Joy Division, The Cure…) era un suicidio en pleno Casco Viejo y la pareja recuerda que el resto de hosteleros le vaticinaron menos de un año de vida al negocio.
Se abrió con una decoración en naranja y negro para distinguirse del blanco de los locales de la zona aunque cada dos años solían cambiar. Las paredes llegaron a ser azul marino y el bar se llenó de bidones industriales a modo de mesas y redes de alambre por las paredes, también fue rosa chillón y, en su última época en plena explosión del sonido Madchester, llegó a plagarse de monitores de televisión donde emitían videos de la MTV que Andoni grababa y seleccionaba. De las diferentes decoraciones fueron responsables artistas como el pintor Francis de Blas (antes de su etapa dirigiendo Gaueko) o el cantante de Cómo Huele cuando ya había disuelto el grupo y comenzaba a investigar en la psicodelia y los sonidos sesenteros que darían paso a su fanzine de soul “Shake Me Wake Me“. El estar en la parte baja de Portugalete, muy cerca del Puente Colgante, hacía que el bar fuese punto de reunión tanto de gente de la Margen Izquierda (Santurtzi, Sestao, Barakaldo) como de la Derecha (Getxo, Leioa) y era fácil encontrarse allí a los miembros de grupos como los getxotarras Nueva Religión.
La importancia del Departamento’s era tal que en un reportaje del programa de TVE “La tarde” sobre la movida bilbaína lo presentan como local influyente dentro de la escena musical local e indispensable para comenzar la ruta nocturna antes de ir a Bilbao. La aventura terminó en 1998 con sus dueños cansados de la hostelería y el trabajar de noche.
DOLLS
Podía haber sido un simple pub más del montón pero la selección musical de Julián, su DJ, lo hizo único. Pequeño, muy pequeño. En su pista de baile forrada de espejos cabían como mucho 10 personas, 5 si llevaban mucha hombrera o pelo cardado, que era lo habitual. “Telephone Operator” de Pete Shelley, “The Lovecats” de los Cure, “Der Mussolini” de DAF y “Chips On My Shoulder” de Soft Cell eran himnos en un bar con las paredes pintadas como el interior de una nave espacial abandonada donde, a través de sus agujeros, se podía ver el espacio exterior.
Al Dolls se iba a ver, ser visto (el grupo de los estudiantes de diseño de moda de la Academia Lanca eran fijos en la esquina del fondo con sus modelos cosidos la tarde anterior en clase) y a escuchar lo último de lo último. El Dolls fue de los primeros en pinchar el single debut de los Smiths y como local de fin de semana sirvió de puente entre el Bolos y la apertura por las tardes del Gaueko para la modernidad local. Tras su cierre el local ha pasado por varios nombres y etapas, desde lo comercial y latino hasta el dark en el que se convirtió después. Sí, lo conoces como Skulls.
LA JAULA / EL GARAJE
Tener una discoteca en un pabellón rodeado de talleres y sin vecinos arriba puede parecer el sueño de cualquier empresario que se va a ahorrar muchos problemas, pero no. La Jaula se llamaba así desde que abrió sus puertas en la mágica era del hippismo y tenía gogós que bailaban entre barrotes. El local fue derivando con el paso de los tiempos hacia el punk y el rock de barrio y La Jaula terminó cerrando porque muchas veces la fiesta y el trapicheo se extendía hasta la calle.
Es a mediados de los 80 cuando el local es cogido por varios socios entre los que se encontraban Rafabilly y Karmelo “McLaren” (mánager de MCD y Vulpess) y lo convierten en garito rocker bajo el nombre de El Garaje, aunque los cambios son mínimos ya que, quitando el mural del camión que se pinta en la fachada (y que es obra de JM “El Magnífico” al que cantaban Derribos Arias en “Tupés en crecimiento“), poco más se cambia con respecto a La Jaula. Continúa el angosto pasillo para entrar al local presidido por el gigantesco mostrador/guardarropía, la cabina de camión empotrada en la pared con los platos del DJ colocados en el salpicadero y el escenario montando a 5 metros del suelo que hacía que más que asistir a conciertos pareciera que estabas esperando ver salir al balcón al alcalde de turno a soltar el pregón de fiestas.
Durante el escaso tiempo que duró la aventura (no llegó a los tres años), El Garaje fue más punk que la propia Jaula ya que en ese tiempo funcionaron sin ningún tipo de licencia de apertura. Aún así, el cierre se debió a cansancio de los socios y problemas para compaginar la sala con sus otros trabajos. Grupos como Primitivos o Gazte Hilak dieron sus primeros conciertos en El Garaje e incluso un domingo te podías encontrar con la sorpresa de que Los Rebeldes, en pleno éxito comercial, pasasen por allí de vuelta de un concierto de la cadena SER y terminasen organizando un concierto medio secreto. Incluso las Vulpess se volvieron a juntar para tocar allí.
Tras su cierre la nave se dividió en espacios más pequeños que se habilitaron, como la otra parte del edificio, para pequeños talleres de reparación de coches. Al final, El Garaje se terminó convirtiendo en un garaje de verdad. Para el recuerdo queda el disco “Bilbao, Mierda, Rock n roll” que reúne grabaciones en directo de grupos que pasaron por la sala como Kortatu, Decibelios y los ya nombrados Gazte Hilak y Vulpess.
No hay comentarios:
Publicar un comentario