De siempre, la gran afición de Julián García, nacido en Alosontegi (Vizcaya) hace 38 años, ha sido la escalada. Poco podía imaginar que este entretenimiento se convertiría en una profesión, con la que se gana la vida, y que se dedicaría a escalar el edificio arquitectónico más importante de Bilbao, uno de los más emblemáticos de España y un icono del siglo XX: el Museo Guggenheim. García forma parte del equipo de escaladores que se dedican de las labores de mantenimiento y de limpieza de este complejo edificio, de 24.000 metros cuadrados, de formas retorcidas y curvílineas, diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry, a pie de la ría de Bilbao. El continente apabulla, con unas recubiertas de piedra caliza, láminas de cristal y planchas de titanio en la fachada, que conforman una estructura de volúmenes retorcidos.
Se cumplen ahora 20 años, desde que el Guggenheim fue inaugurado en octubre de 1997, y la pinacoteca envejece bien. La clave está en el mantenimiento. Así lo explica el subdirector de este área en el museo, Rogelio Diez. “Desde el primer momento, cuando se planteó el diseño del museo se incluyó el mantenimiento y la limpieza dentro del proyecto. Es algo que, debido a las características del edificio, no se puede improvisar, aunque cuando comenzamos no existían las técnicas que ahora existen”.
De todos estos trabajos, que incluye mantenimiento integral, limpieza y jardinería, así como la gestión técnica de eventos, técnicas verticales, iluminación arquitectónica o la gestión de residuos, se ocupa, desde la inauguración del museo, Ferrovial Servicios, que destina a estas labores a una plantilla de 43 trabajadores. Cuatro de ellos se dedican sobre todo a desplazarse en vertical con la ayuda de unas cuerdas por la fachada de titanio del edificio, con el fin de que siempre estén en perfecto estado. “Tenemos zonas a las que es muy difícil llegar utilizando las plataformas, que se emplean habitualmente para la limpieza de cristales en los edificios altos, tampoco queríamos utilizar este tipo de andamios porque no resultan estéticos”, añade Diez, quien relata una anécdota que le sucedió en Eurodisney. “En la torre de Blancanieves había un andamio, por lo que si te hacías una foto siempre salía de fondo. Por eso, cuidamos no frustar las fotos de los visitantes. Evitamos las grúas y lo resolvimos con técnicas verticales, en las que trabajan personas dedicadas al montañismo, al alpinismo, y que se ocupan de limpiar sobre todo el polvo que reposa sobre el titanio y los cristales”, añade el responsable de mantenimiento.
“Es un trabajo apasionante, ya que los muros son espectaculares, el edificio da sensación de vacío, y nos permite ver el museo con otros ojos”, explica el escalador Julián García, cuya jornada laboral, colgado de una cuerda, es de seis horas, “lo máximo que puedes estar en esta posición”. Si el edificio tiene que lucir en todo su esplendor, tanto como las exposiciones que acoge en su interior, la escultura de arte natural que da la bienvenida a los visitantes en la plaza del museo, Puppy, el perro vertical de más de 12 metros de altura del artista Jeff Koons, ha de mantener sus flores y plantas siempre frescas. De este trabajo también se ocupa a diario Ferrovial Servicios.
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