El auge industrial de Bilbao a comienzos del siglo XX atrajo al austriaco Guillermo Wako-nigg Hummer. Ingeniero por la universidad de Graz, llegó en mayo de 1902 a la capital vizcaína para hacerse cargo de la dirección técnica de una fábrica. Esa no sería su única ocupación. La importancia de Bilbao como uno de los principales puertos comerciales europeos hizo que Wakonigg fuese nombrado en 1914 cónsul de Austria y Hungría en el País Vasco.
Terminada la Primera Guerra Mundial fue un intermediario crucial para facilitar el exilio en Lequeitio de la emperatriz Zita de Borbón-Parma y de su hijo, el archiduque Otto. Al estallar la Guerra Civil, en 1936, manteniendo su cargo de cónsul, Wakonigg impulsó la creación de una zona internacional en Las Arenas, en Guecho.
Aquel pasillo diplomático, en una zona todavía bajo control republicano, sirvió de vía de escape para muchas de las personas que querían huir del conflicto. Wakonigg se dedicó a interceder en favor de aquellos que eran perseguidos por las fuerzas republicanas, y eso le costó morir fusilado en 1937.
A su llegada a España, esta víctima austriaca de la Guerra Civil española se había casado con Elisa Poirier, heredera de la empresa familiar fundada en 1876 por sus padres, el francés Gaston Poirier y su mujer, la española Daniela Bolivar; un establecimiento comercial en la bilbaína calle de Tendería que Elisa especializó en la venta de tejidos, alfombras, cortinajes y otras telas de decoración que respondían a la incipiente demanda de la burguesía surgida en el Bilbao del siglo XIX.
Como tantas mujeres tras la Guerra Civil, Elisa Poirier quedó viuda y a cargo de sus nueve hijos. “Fue una de las grandes mujeres emprendedoras de principios del siglo XX. Se dedicó intensamente a la tiendecita de sus padres y después de la guerra hizo todo lo posible para ganarse el pan y mantener a sus hijos”, cuenta su nieto, Jaime Wakonigg, actual presidente de Gastón y Daniela.
Elisa firmó en nombre de su compañía los primeros acuerdos de exclusividad de fabricación y diseño con los principales tejedores de Cataluña. “Eran tiempos en los que un viaje en tren de Bilbao a Barcelona era una odisea”, cuenta Pablo Grande, director general de la empresa. Durante la Segunda Guerra Mundial, en plena autarquía franquista, “ella organizó un sistema de transporte muy complicado, y muy meritorio para entonces, para poder traer telas del extranjero a sus clientes españoles”.
Vanguardia artística.
En 1952, los hijos de Elisa Poirier heredan Gastón y Daniela. Sería uno de ellos, Guillermo, Willy, Wakonigg, quien tomaría las riendas de la compañía hasta finales de siglo. Apostó pronto por la apertura de tiendas en Madrid, eje de un país completamente centralizado ya. Después abrió establecimientos en otras grandes ciudades e impuso un sello moderno y artístico en todas sus telas, siendo referencia de un sector entonces virgen.
Willy Wakonigg vio nacer los movimientos de vanguardia de los Dalí o Picasso y además participó en ellos. “No sólo era un hombre de telas o de comercio, era sobre todo un hombre de cultura. Llegó a tener una galería de arte con otros socios”, señala Jesús Garabeitia, director creativo de Gastón y Daniela, que trabajó durante años al lado de Willy. “Se situó entre un grupo relativamente pequeño de artistas y pintores como Manuel Millares o Luis Feito y empezó a sacar diseños y escenografías muy llamativas y relevantes para la España en la que vivíamos, donde aquello no existía”.
Consiguió que esos pintores con los que se codeaba participaran en un concurso para telas que se encuentran almacenadas en el amplio archivo histórico de Gastón y Daniela. Una colección de bocetos de algunos de los mejores artistas de la época que la compañía espera exponer al público próximamente, según cuenta a Tiempo su presidente, Jaime Wakonigg, nieto de Elisa y sobrino de Willy.
El crecimiento de Gastón y Daniela como empresa suministradora de telas y servicios de decoración continuó y, en la década de los ochenta, coincidiendo con la entrada de España en la UE, inició su fase de internacionalización y comenzó a crear una red de franquicias. Además, abrió un departamento para la ejecución de grandes proyectos y posteriormente una división dedicada a la restauración de proyectos encargados por Patrimonio Nacional.
Así, Gastón y Daniela ha trabajado en la decoración de las principales cadenas hoteleras españolas, pero también en la restauración textil de edificios emblemáticos en la historia de España como el Palacio Real, el Teatro Real o, tras su incendio, el Teatro del Liceo, en Barcelona. También ha efectuado la decoración del Congreso de los Diputados, el Defensor del Pueblo de Murcia o el Parador Nacional de Aranjuez, así como las oficinas de las principales compañías que cotizan en el IBEX-35.
En el extranjero ha colocado con mimo y buen gusto sus telas en las áreas de descanso del aeropuerto internacional de Bangkok (Tailandia) o en el Palacio de Congresos de Orán (Argelia). Sus tejidos modernos también se encuentran en el edificio Waldorf de Nueva York o en la Sky Tower de Dubai, y actualmente trabajan en la remodelación de las zonas comunes del hotel Palace de Barcelona, con el objetivo de devolverle el esplendor que tuvo en la década de los 30.
Sus ejecutivos reconocen que los éxitos de España durante las últimas dos décadas han favorecido su internacionalización, aunque, como en tantas empresas familiares españolas, la clave de su expansión ha sido un duro y prolongado trabajo. “Lo que nos ha abierto el mercado han sido hombres con maletas llenas de telas de calidad llamando a la puerta de los principales profesionales del sector en todo el mundo”, apunta Garabeitia. “España ganó el mundial de fútbol en 2010, pero Gastón y Daniela ya había conquistado la Copa América de telas en 1990, convirtiéndose en el mayor exportador de telas a Estados Unidos”, añade Grande.
Presente en más de 40 países, Gastón y Daniela también ha sufrido los embates de la crisis. En 2009 sus ingresos descendieron un 40% respecto al año anterior, hasta los 23 millones de euros. No obstante, su presidente lo tiene claro: “Vemos el futuro con dificultad pero con optimismo. Hemos sido partícipes de la historia de España en los últimos 134 años y pretendemos seguir estando en los siguientes 134”.
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