«Un pintor realmente representativo, uno de los fundamentales del siglo XVI español, y sin embargo casi olvidado para el público en general, o muy mal conocido». La descripción es de Leticia Ruiz, jefa del departamento de pintura española del Renacimiento del Museo del Prado, y hace referencia al extremeño Luis de Morales (150/11-1586), de cuya producción, que le hizo acreedor del calificativo de «divino» (por «fijar un modelo iconográfico de devoción, veraz y sagrado al mismo tiempo»), se pueden disfrutar desde hoy en el Museo de Bellas Artes de Bilbao un total de 54 piezas. Con Ruiz como la comisaria, la exposición «El divino Morales» pasó primero por El Prado (de octubre hasta el pasado 1 de enero) y permanecerá en la pinacoteca vasca hasta el 16 de mayo. Su tercera y última parada será el Museo Nacional de Arte de Cataluña (del 16 de junio al 25 de septiembre).
«Trabajó muchísimo, tuvo muchísimo éxito, el primer fenómeno comercial de la pintura española lo protagonizó Luis de Morales y su taller, con las pequeñas tablas de carácter devocional, creando realmente una marca propia». Se hablaba, por entonces, de «un Morales», ha expuesto Ruiz en la rueda de prensa celebrada esta mañana para presentar la exposición. Y, sin embargo, «en España es un pintor muy mal conocido».
Una injusticia histórica que busca subsanar esta exposición, dividida en cinco secciones: Iconos perdurables; En torno a la Virgen y el Niño; Narraciones complejas: los retablos; Pintura para muy cerca. Imágenes de Pasión y redención; y San Juan de Ribera y la espiritualidad de la Contrarreforma. Más de medio centenar de piezas entre las que destaca, por ejemplo, La Virgen del Pajarito, presente gracias a una «gestión muy personal» del propio ministro de Cultura en funciones, Iñigo Méndez de Vigo, con el Arzobispado de Madrid, según ha detallado la comisaria. Una exposición que, en palabras del director del Bellas Artes bilbaíno, Javier Viar, supone una «extraordinaria recuperación del artista».
Artista sobre el que pesa un manto de «incertidumbre biográfica» que, ha recordado Ruiz, no es extraño, teniendo en cuenta el contexto: le sucedió a «muchos pintores del siglo XVI», incluido el mismísimo Greco. Entre ambos, a pesar de sus «muchas diferencias pictóricas», no faltan «paralelismos continuos». Principalmente, el haber tenido «mucho éxito en vida», seguido de «años de olvido», y el haber sido «capaces de crear una marca fácilmente reconocible».
«Exquisito en su técnica»
La comisaria, quien ha reconocido haber «aprendido muchísimo» organizando la exposición, se ha extendido al alabar las cualidades del «divino» Morales: «Fue un pintor exquisito en su técnica, y esto a veces desgraciadamente se desconoce. [Los visitantes] van a descubrir que los temas son los que son [Piedades, Ecce Homos, Vírgenes con Niño], pero llenos de matices y aspectos muy sutiles. Es un pintor absolutamente original y personal, como le ocurrió a El Greco». «Supo elegir muy bien los materiales y una temática que era la que se le pedía y trasladarla de un modo espectacular en términos pictóricos», ha incidido.
«Está tan bien hecho», ha ensalzado, «que no tiene los problemas que puede tener otro tipo de pintura. Son pigmentos tan cuidadosamente elegidos, tan finamente molidos, a veces trabajados con polvo de vidrio para dar esas superficies casi esmaltadas, que encontramos en los rostros de la Virgen, que realmente son unos cutis de una belleza donde casi estamos viendo trasparentarse las venas».
La exposición, ha subrayado, tenía como reto «romper con muchos tabúes y con el mal conocimiento sobre el pintor». Mostrar el auténtico alcance de la obra de Morales y contribuir a desterrar el desconocimiento que pesa sobre su trabajo entre el gran público.
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