Es probable que tomara el nombre prestado de su homónimo parisino, que estos días copa las portadas de los periódicos de todo el mundo por un atentado infausto, dantesco y macabro. El Bataclan de Bilbao, que durante décadas iluminaba la calle de Las Cortes, quería transportar parte del distinguido ambiente de París a la capital vizcaína. Los cabarés arrasaban en los años más lustrosos del local, sobre todo en las décadas de 1920 y 1940, y más cerca de nuestros días -en los 70 y 80-, se convirtió en una especie de meca de travestis y transformistas. La liberación y la irreverencia reinaban en el hermano pequeño bilbaíno de la sala que alcanzó la universalidad de la manera más cruel.
Quienes visitaban el Bataclan de la calle Cortes lo recuerdan con la nostalgia que les produce un tiempo perdido, un pasado entrañable que guardan con la dolorosa certeza de que no volverá. «Era una joya, como muchas otras joyas que había en esa zona», recuerda José Antonio Nielfa, 'La Otxoa'. El artista advierte de que nunca actuó allí, aunque recuerda que fue homenajeado y rodó parte de la película 'La muerte de Mikel', de Imanol Uribe, y acudió a sus fiestas en numerosas ocasiones. Relata que allí se fundía lo más distinguido y descarado de Bilbao, que formaba unas colas que llegaban hasta Zabalburu incluso los días entre semana. «Era terrible», asegura 'La Otxoa'.
El piso elevado estaba lleno de reservados, donde los clientes alternaban con las mujeres, mientras que la planta principal era como un cabaré alemán, con un gran espacio abierto que permitía una vista limpia del escenario repleto de pequeñas mesas. Bilbao quería tomar ejemplo de las ciudades más alegres y heterogéneas, como París y Barcelona. A José Antonio Nielfa le agradaba más el aire que se respiraba en la Ciudad Condal, algo alejado del ostentoso glamur de la capital francesa.
Pero aquella atmósfera pomposa no evitaba que la diversidad se confundiera. «Muchos locales eran de pago, y allí se juntaban los intelectuales, prostitutas y chorizos», recuerda 'La Otxoa'. Pero todo aquello se lo tragó un declive imparable originado sobre todo por las drogas. «San Franciso fue una de las mejores zonas de Bilbao, junto con la Gran Vía y el Casco Viejo, pero al Bataclan le afectó mucho la gente que se metió en la zona. Los cabarés desaparecieron porque a la gente ya le daba miedo ir. Había mucha delincuencia, drogas y miedo, por lo que las mejores artistas buscaban otras alternativas», explica.
El edificio en que se encontraba el Bataclan parecía condenado a la demolición por su avanzado deterioro, pero fue rehabilitado para acoger doce apartamentos. De hecho, se convirtió en el primer edificio de Bilbao que se reformaba con una exhaustiva búsqueda del mayor ahorro energético posible en cada detalle. Cuando reabrieron el local para inspeccionar su estado, los técnicos se encontraron los palcos y las viejas cortinas del cabaré, que, desde el inicio de los 90, habían permanecido a la espera de una tercera inauguración que nunca se hizo real.
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