ALEX Katz (Nueva York, 1927) le gusta pintar mujeres y paisajes, según él mismo confesó durante su visita al museo en 2012, en la que presentó su serie Smiles (sonrisas), once retratos de gran formato que el Guggenheim Bilbao había adquirido un año antes por 1,7 millones de dólares. En aquella ocasión, el público tuvo la oportunidad de ver sus rostros sonrientes - ha retratado de forma repetida durante cuatro décadas a su esposa, Ada, y algunas de sus amigas, y personajes célebres de la sociedad estadounidense como la actriz Lauren Hutton-.
A partir del 23 octubre, los visitantes del museo podrán conocer también sus paisajes, en una atractiva exposición que muestra las diferentes etapas en las que el artista ha cultivado este género, abarcando desde creaciones de los años ochenta hasta sus últimas pinturas de paisajes monumentales, realizadas en la actualidad. Organizada por el High Museum of Art de Atlanta en colaboración con el Guggenheim Bilbao, Aquí y ahora recoge 35 paisajes de este artista inclasificable, a quien se le ha identificado con el arte pop, el realismo americano e incluso el expresionismo abstracto, pero él se desmarca de cualquier movimiento.
Despreciado por la crítica y tachado de artista superficial durante décadas, el octogenario pintor estadounidense asiste por fin a un reconocimiento unánime. Los museos y los coleccionistas privados se disputan sus obras. La Tate Modern de Londres le dedicó el año pasado una de las salas de su permanente, honor solo destinado a las grandes figuras del siglo pasado.
Katz ha conseguido tener un estilo completamente personal y diferenciado de los artistas de su época. Su obra parece simple, sencilla a primera vista, y, sin embargo, o quizá por eso, cautiva. El artista tampoco trata los paisajes de una forma convencional. Pinta el silencio de la naturaleza, los movimientos de los árboles, de las hojas... “Más que representar imágenes de una manera fiel, a Katz le interesa capturar el instante de la percepción en la pintura. Este momento, que es como un flash explosivo antes de que la imagen se enfoque, es lo que denomina “el tiempo presente”. Por ejemplo, en la pintura 10:30 am, por ejemplo, Katz transforma el instante de la observación de una hilera de abedules animada mediante toques de luz en una experiencia épica y envolvente”, explican desde el museo.
Con un espacio pictórico de poca profundidad y líneas descriptivas, limpias y reduccionistas, este artista busca provocar una conversación sobre la confluencia de la percepción y la conciencia y la relación entre arte y naturaleza.
Muchas de estas pinturas están realizadas en su casa de Maine. “La luz de Maine me gusta mucho, es diferente, muy diferente a la de Nueva York. Desde la primera vez que fui allí decidí que no quería dejar de verla el resto de mi vida”, confesó Katz en una reciente entrevista. Después de asistir a la Skowhegan School of Painting and Sculpture en Maine en 1949, Katz compró un estudio en 1954 y comenzó a pasar sus veranos allí. El efecto en su obra se hizo evidente de forma inmediata. Al mismo tiempo que continuaba realizando paisajes urbanos de Nueva York, también comenzó a pintar el paisaje más tranquilo que veía en Maine. La elegancia de los interiores neoyorquinos, por su parte, dejó paso durante los meses de Maine a las pinturas de las actividades de ocio al aire libre. Y los retratos en primer plano de rostros urbanos fueron sustituidos por “retratos” de árboles a la luz del anochecer y las praderas llenas de flores.
La muestra está comisariada por Michael Rooks, Wieland Family Curator of Modern and Contemporary Art, y Petra Joos del Museo Guggenheim Bilbao permanecerá en el museo hasta el próximo 7 de febrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario