martes, 23 de septiembre de 2014

Festival de San Sebastián 2014: 'Phoenix' apunta a premio



El realizador alemán Christian Petzold (Barbara, 2012) ha presentado esta mañana en San Sebastián su última película: Phoenix (2014), una película que ha escrito a dos manos junto al recientemente fallecido (y gigantesco cineasta) Harun Farocki. Adaptando –al parecer, con mucha libertad- la novela “Le retour des cendres” de Hubert Monteilhet, la película coge cosas de “Pigmalión”, incluso de Vértigo (1959), al seguir los pasos de una mujer que, tras ser desfigurada en un campo de concentración, con una cara nueva trata de reencontrarse con su marido, el cual incapaz de reconocerla y confundiéndola con una extraña decide reconvertirla en un sosías de su esposa desaparecida para así poder cobrar la herencia de esta. Una historia de amor terrible, incluso bizarra, que Petzold cuenta sin prejuzgar moralmente a sus personajes, centrándose más en la esperanza que en la venganza, en el amor que en el horror. Una película que se ajusta a los parámetros del cine de autor europeo más conservacionista, pero cuya historia crece imparable a medida que pasan los minutos y cierra con un clímax soberbio, que ha despertado la ovación más bestia escuchada hasta ahora en el Kursaal. Huele a premio y, si Alemania decide preseleccionarla, apunta también a nominación al Oscar de Mejor película de habla no inglesa.
Borja Cobeaga regresa a la dirección tras el tsunami vivido por el éxito de 8 apellidos vascos (2014), de la que es coguionista junto a Diego San José. Y es un cambio de tercio importante. Poco tiene que ver Negociador con Pagafantas(2009) o No controles (2010) –no en vano, dos de las mejores comedias que ha dado el cine español en los últimos años-, dado que en esta ocasión el cineasta se ha pasado al mal llamado “humor serio” –él lo define mejor cuando nos contó que ha querido “hacer Nebraska (2013) con el conflicto vasco”-. La película recrea desde un enrarecimiento a lo Hal Ashby, incluso Jarmusch, y de una forma totalmente libre las conversaciones entre el gobierno vasco y la banda terrorista ETA, abordando una perspectiva tan hilarante como respetuosa. Todos somos personas, piensa Cobeaga, y debemos ser retratados como tales. Así los negociadores del film se enfrentan a la cotidianidad de un diálogo eterno, hasta exasperante, pasando un montón de horas muertas en un hotel a la espera de llegar a cualquier tipo de acuerdo. Ramón Barea está gigantesco como hombre de estado que está deseando poder entenderse con sus congéneres, sólo por él Negociador es todo un éxito. Pero es que hay más: que no haya gags no significa que haya espacio para la risa, aunque esta sea más situacional o esquinada. Y para lograr eso, ojo, hay que ser muy bueno. O, al menos, tan bueno como Borja Cobeaga. Y atención a Carlos Areces como líder de la banda armada, de los pocos actores que es capaz de hacernos llorar de risa y darnos miedo al mismo tiempo.
También vimos a competición la coreana Haemoo de Shim Sung-boo, con guión de Bong John-hoo (también firma como coproductor). En ella se cuenta los avatares de un barco pesquero que, ahogado en las deudas, decide meterse al contrabando de inmigrantes para poder hacer algo de caja. El tono realista de la primera parte acabe convirtiéndose en todo un pandemónium al sacudir la tragedia dicha operación. Así, la película va enloqueciendo por momentos hasta llegar a unos minutos finales que son un puro dislate. Vamos, que es tan divertida como aterradora, y sólo por el magnífico giro de guión que rompe la película a medio metraje ya es de lo que más nos ha gustado en este festival.
Por último, también hemos visto Casanova Variations, el experimento del austriaco Michael Sturminger (The Infernal Comedy) con hasta tres escenarios o 'variaciones' de metaficción: la historia de Giacomo Casanova al borde de la muerte, a finales del siglo XVIII, con un John Malkovich marchito mientras redacta Histoire de ma vie; una curiosa función de ópera con el actor en el reparto, y una realidad ficcionada donde el mismo Malkovich vuelve a cogerle el gusto a eso de interpretarse a sí mismo.
La última de las situaciones, sin duda, ha sido la que más carcajadas ha despertado en la sala porque, entre otras paranoias, Malkovich recibe insultos de una productora de cine, es acosado y agasajado por los miembros del público -una de las asistentes al Teatro Nacional de São Carlos, en Lisboa, le confiesa su despertar sexual al ver Las amistades peligrosas y le pregunta con ahínco si es homosexual-, y hasta se burla de sí mismo. Las arias de Mozart y Lorenzo da Ponte cobran mucho protagonismo. Abstenerse aquellos que no sean amantes de la ópera.

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